Un cura hizo una lista de 65 para fusilar.

monjas armadas


Un cura hizo una lista de 65 para fusilar.
«Confiésate, hija, que te vamos a matar.»

De pequeña yo siempre decía que a mi padre y a mi madre los mataron en la guerra, nunca decía que los habían fusilado.

Nunca utilizaba la palabra «fusilados» porque fue una idea que siempre estuve huyendo… «Ejecutados» la rechazo aún más, las palabras «matados» o «asesinados» son las que soporto mejor. Quizá porque la primera vez que oí la palabra «fusilado» fue aquella primera noche, en casa de mi tío, y me asustó tanto que me quedé con «matar»… Así que decía «los mataron» porque me parecía una palabra menos fuerte. Me acuerdo de una vez, cuando yo ya era mayor, que alguien me dijo que a mis padres los habían fusilado, y entonces yo empecé a llorar.

El primer acto que realizó el Gobierno de la Segunda República, apenas llegó al poder, fue subirles el sueldo a los maestros, que durante siglos habían sido condenados al hambre. Aparte de que se trataba de remediar una penuria objetiva, este decreto-ley de Azaña fue un hecho simbólico. Si algo acometió con ímpetu desde sus inicios la República fue el empeño en introducir la modernidad en España a través de la educación laica, gratuita y obligatoria, empezando por las escuelas de primera enseñanza y siguiendo con la creación de nuevos institutos, de colonias y misiones pedagógicas y campañas de alfabetización. Puede que en otras cuestiones se equivocara, pero no en esto. Por supuesto, la mayoría de los maestros y profesores se apuntaron a Izquierda Republicana, el partido de Azaña, jefe del Gobierno, que propuso ese decreto-ley.

La República tuvo que enfrentarse y disputar directamente a la Iglesia católica el terreno de la educación, que hasta entonces había sido un feudo bien aferrado a sus intereses espirituales y económicos. Debido a esta controversia acérrima, los maestros liberales que habían seguido las pautas del laicismo en la enseñanza fueron durísimamente represaliados después de la Guerra Civil, y la maquinaria de la represión franquista, en esta acción de exterminio, fue estimulada por acción u omisión hasta extremos increíbles por la Iglesia, salvo excepciones muy concretas.

Hilda Farfante, hija de los maestros del pueblo asturiano de Cangas del Narcea, relata ahora, setenta años más tarde, cómo fueron asesinados su madre y su padre en septiembre de 1936, en las primeras semanas de la sublevación. Ella era una niña de 5 años; tenía otras dos hermanas, también pequeñas en ese momento. La familia había veraneado en Besullo y, al llegar septiembre, la madre, Balbina Cayo Gutiérrez, cumpliendo lo que para ella era casi un deber sagrado, decidió regresar a Cangas para abrir la escuela e inaugurar el curso escolar. Allí fue detenida y encerrada en una improvisada prisión en la que ya había otros encarcelados. Su marido, Ceferino Farfante Rodríguez, también maestro, primo y amigo de Alejandro Casona, al conocer la detención decidió presentarse a las autoridades de Falange, pensando que así liberarían a su mujer. Grave error. A las pocas horas los dos, maestra y maestro, fueron fusilados.

En Euskadi y Cataluña, todos los maestros de la enseñanza pública fueron dados de baja.

CURAS HACIENDO INSTRUCCIÓN diario de un ateo iglesia catolica fascismo franquismo


La Iglesia jugó un papel fundamental en la represión y la depuración del magisterio. Yo creo que básicamente por el papel que los maestros de la República jugaron en la aplicación de la normativa sobre la supresión de la enseñanza religiosa, cuando se apartó de las funciones educativas a las congregaciones religiosas. Por eso bastantes miembros del clero de la Iglesia católica jugaron un papel fundamental en la represión. En los archivos provinciales de Cádiz y en los municipales se conservan pruebas de la intervención que tuvieron los clérigos, las denuncias concretas que pusieron, básicamente contra maestros. En la enseñanza, cuando se pusieron en marcha las comisiones de depuración, uno de los requisitos que establecía el procedimiento para la depuración era el informe que tenía que presentar un cura párroco sobre la actuación de ese maestro (…).

Ellos no querían que los maestros enseñaran porque sólo querían resplandecer ellos, y que los pobres nos muriéramos de hambre y que no aprendiéramos nada los pobres.

PASTORA PALOMO, alumna de Carmen Lafuente, maestra de Cantillana (Sevilla) fusilada en julio de 1936.

No hay expresión más clara, afirmación más lúcida y rotunda, en todo este libro, sobre la vida ejemplar, la pasión y la muerte de los maestros de la República, cuya historia aquí se cuenta. Es la respuesta de una mujer de pueblo, enfrentada a la pregunta de quién quiere saber las verdaderas «razones», los motivos reales, desnudos, sin contaminación política alguna: ¿y por qué matarían a Carmelita Lafuente, la maestra? ¿Por qué? ¿Por qué?

«Ellos» y los pobres. «Ellos» y los maestros republicanos empeñados en ganar para la gente humilde la guerra por la cultura y la libertad. «Ellos», que habían desencadenado una guerra civil que fue, como certeramente afirma el profesor Santander en su capítulo dedicado al maestro fusilado en Jerez de la Frontera, «una guerra entre cultos e iletrados, entre el maestro y el cura». Porque siempre aparecerá un cura en todas y cada una de las terribles historias que aquí se cuentan y que tratan de explicarle al lector por qué estos once maestros acabaron sus vidas ante un pelotón de fusilamiento.

Un cura que delataba, que calumniaba, que con su lapidario testimonio —«de ideas marxistas, ateo, no asiste a misa»— enviaba a la muerte a un pobre maestro. En el nombre de Dios, por supuesto…

Mis padres eran mis pecados.

Yo llegué a pensar que mi padre —no sé por qué él y no mi madre— había sido un asesino, que había matado a gente y, por lo tanto, según lo que me enseñaban, mi padre estaba en el infierno… Y le tuve en el infierno mucho tiempo; durante mucho tiempo tuve a mis padres en el infierno, y a mi padre, desde luego, lo colocaba en medio del infierno, yo no sé por qué, y no era capaz de sacarlo de allí. O sea, que no solamente me había quedado sin mis padres, sino que además tenía la culpa también.

Vomitar y callar

Nos descubrimos en el curso 1964-1965. Teníamos entonces una directora en San José de Calasanz que era asturiana, y que era «tela marinera». Y un día no sé qué fui a hablar con esa directora, algo de exámenes, y estaba hablando con ella y empecé a decir que algunos padres no respondían, de que si las familias de aquellas niñas… y me contesta: «Ustedes se quejan mucho, pero tendrían que haber trabajado donde he trabajado yo, para que supieran lo que es trabajar con gentuza… Yo he trabajado en la cuenca minera de Asturias, donde a la mayoría de mis alumnos les habían matado a los padres por rojos… ¡Fíjese qué gentuza seria…!». Eso me lo dijo a mí.

maestro m antoniaYo estaba embarazada y le dije que me entraban ganas de vomitar y salí corriendo, haciendo como que vomitaba… Salí de allí llorando, y cuando subía bajaba Covadonga; me preguntó qué me pasaba. Y yo se lo conté: «Esta tía zorra que acaba de decirme esto a mí… No sé qué piensas tú, pero me han matado a mi padre y a mi madre…». Entonces Covadonga me dijo; «Pero, qué dices, si a mí me han matado a mi padre y a mis dos hermanos…». Y nos metimos en un cuarto de baño y nos abrazamos llorando las dos. Yo decía: «Pero cómo es posible que no hayamos hablado de esto en un año y medio, fíjate qué silencio…». Como decía Covadonga ese día: «Estamos saliendo del bache, no mucho, pero estamos saliendo», y seguimos abrazadas y llorando… Cuarenta años hace de esto… Entonces estábamos en el año 65, o sea, que habían pasado treinta años y todavía no éramos capaces de hablar de lo sucedido, y disimulábamos. Nos enseñaron de tal manera a disimular que lo habíamos aceptado.

Sin embargo, ese recuerdo siempre lo tenía presente. Incluso cuando estuve en el colegio de Huérfanas, pero allí tampoco decía nada. La directora era una «facha» de mil demonios y había que cantar el Cara al sol por las mañanas y levantar la mano, aunque la verdad es que el Cara al sol se cantaba en todas las escuelas en las que yo estuve, en todos los sitios. En aquel colegio me encontré con otra chica a la que también le habían matado a su padre, que era inspector de Instrucción Pública en Oviedo.

En la lista negra

Atando cabos he llegado a la conclusión de que mi madre bajó a abrir la escuela en Cangas el 9 de septiembre, al día siguiente de la fiesta del Acebo, y la detuvieron en la misma escuela. Se había producido un chivatazo en aquella comandancia, estaba en la lista negra, no sé si además ponían algo por lo que había hecho… Me han llegado a decir que lo que mató a mi madre fue quitar el crucifijo de la escuela, que además mandó que lo quitaran porque era la directora, pero es que por lo visto también fue a un colegio de monjas que había allí a decirles que quitaran el crucifijo… ¿Por qué hizo aquello mi madre? ¿Tenía obligación de hacerlo, lo hizo por gusto, lo hizo de verdad, o no? No lo sé, porque si fuera así, entonces ¿habría que echar la culpa a las monjas?… No lo sé. A mí me lo contaron así.

Llegaban a las casas los falangistas, les daban el paseo y ya está.

Marcelino Tejeda, vecino de Fuentesaúco.

«Los llevaban desde la cárcel al cementerio. Se ponía un cura en una esquina a confesarlos, y según confesaban a uno, lo pasaban al otro lado y le daban el tiro. Yo he visto en aquella pared sesos, huesines y todas esas cosas».

Dos o tres días después de fusilarlo, vino el indulto, porque, como habíamos cogido tantas firmas de toda la gente del pueblo, eso se mandó a Madrid  (…)

La hija de José María Morante, como tantos otros niños a los que les fueron robados sus padres para llevarlos ante un pelotón de fusilamiento, no puede olvidar. Porque una niña no puede olvidar que la sacaron a la fuerza del regazo de su padre cuando más lo necesitaba, porque aquel regazo era un lugar seguro y ella era muy pequeña. Los ojos de Teresa son azules como los de su padre, pero sigue teniendo la expresión de un pajarito asustado.

Pero lo que Teresa nunca ha podido olvidar, ni perdonar, es la chulería humillante de los vencedores y el silencio de su pobre madre. Ella lloraba, rezaba y callaba siempre. Y eso Teresa se lo va a llevar clavado en el alma hasta que pueda ir a refugiarse en el regazo de su padre a contárselo.

«¡Grito por nosotros, por los que quedamos aquí sin ellos, pobres huérfanos a merced de sus asesinos, que se pasaron cuarenta años insultándonos, pisoteándonos y diciendo mentiras y más mentiras sobre vuestra vida y sobre vuestra muerte!».

Nada más terrible que el fusilamiento del maestro, esa muerte alevosa de quien entregó su vida a la enseñanza, a cultivar la inteligencia y el conocimiento de quienes en la infancia aspiran a la primera luz.

Fuente: Maestros de la República. Los otros santos, los otros mártires. MªAntonia Iglesias.

Un libro muy emotivo de Mª Antonia, conocida por su participación en tertulias televisivas. Hay que resaltar que era socialistas y católica al tiempo. Murió en 2014. Siempre la ecaré de menos. Era una periodista valiente como el título de uno de sus libros nos da a entender: Memoria de Euskadi. La terapia de la verdad: todos lo cuentan todo. (2009)

Mº Antonia IMaría Antonia Iglesias González (Madrid, 15 de enero de 1945) es una periodista y escritora española. De origen gallego, es hija del pianista y musicólogo orensano Antonio Iglesias Álvarez (1918-2011).

Comienza su trayectoria profesional en prensa escrita, colaborando en el diario Informaciones. Después seguirían otras publicaciones como las revistas Triunfo, Tiempo e Interviú. En el ejercicio de su actividad periodística conoce los entresijos de la Transición Española y crea lazos de amistad con sus protagonistas políticos. El 23-F se encuentra en el Congreso de los Diputados en calidad de informadora.

En 1985 ingresa en Televisión Española.

En 1990, es nombrada directora de los servicios informativos.

Colabora desde 1997 en el diario El País.

Libros publicados

* Memoria de Euskadi. La terapia de la verdad: todos lo cuentan todo (2009)
* Cuerpo a cuerpo. Cómo son y cómo piensan los políticos españoles (2007), recopilatorio de entrevistas realizadas por la autora.
* Maestros de la República. Los otros santos, los otros mártires (2006)
* La memoria recuperada. Lo que nunca han contado Felipe González y los dirigentes socialistas (2003)
* Aquella España dulce y amarga / Carmen Sevilla y Paco Rabal (1999)
* Ermua, cuatro días de julio (1997), sobre el asesinato de Miguel Ángel Blanco.

 

 

 

Quant a rexval

M'agrada Wagner, l'òpera, la clàssica en general i els cantautors, sobretot Raimon i Llach. M'interessa la política, la història, la filosofia, la literatura, el cinema i l'educació. Crec que la cultura és un bé de primera necessitat que ha d'estar a l'abast de tothom.
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