“Con Das Rheingold, se marca el inicio de El anillo del nibelungo, la colosal tetralogía de Richard Wagner y la segunda que el Teatro Real lleva a su escenario desde su reinauguración en 1997. Pablo Heras-Casado, principal director invitado del Real, dirige un reparto con renombrados cantantes wagnerianos como Greer Grimsley, Sarah Connolly y Samuel Youn en una desoladora producción de Robert Carsen. El director de escena canadiense sitúa el prólogo del Anillo en la crudeza de nuestro contaminado mundo actual, donde se despliegan los personajes del conflicto cósmico retratado en la tetralogía, que veremos completa a lo largo de las próximas temporadas”. (TR).
José Luis Téllez analiza ‘El Oro del Rin’ de manera amena y excelentemente documentada.
Ficha artística:
- Dirección musical: Pablo Heras-Casado
- Dirección de escena: Robert Carsen
- Escenografía y figurines: Patrick Kinmonth
- Iluminación: Manfred Voss
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- Wotan: Greer Grimsley
- Donner: Raimund Nolte
- Froh: David Butt Philip
- Loge: Joseph Kaiser
- Fasolt: Ain Anger
- Fasolt: Albert Pesendorfer
- Fafner: Alexander Tsymbalyuk
- Alberich: Samuel Youn
- Mime: Mikeldi Atxalandabaso
- Fricka: Sarah Connolly
- Freia: Sophie Bevan
- Erda: Ronnita Miller
- Woglinde: Isabella Gaudí
- Wellgunde: Maria Miró
- Flosshilde: Claudia Huckle
Pablo Heras-Casado, director principal invitado del Teatro Real, hizo un trabajo entre bueno y muy bueno con la Orquesta. Dos momentos memorables en lo musical fueron el final con la entrada de los dioses en el Walhalla y el principio del prólogo acompañando a un Rhin que debería ser de aguas primigenias y cristalinas, las ondinas juguetonas y provocativas y el enano lascivo. Lástima que la escena, especialmente la inicial, fuera entre vomitiva e hilarante como comento después al referirme a Robert Carsen, un director de escena cuyo trabajo me resulta rechazable porque lo llena todo de basura e inmundicia. No sirve a la obra, sino que se sirve de ella para llamar la atención, como otros de su ramo, cuando no hay talento. Los cantantes realizan un buen trabajo. La puesta es pobre y feísta; espacios vacíos con porquería o bloques de hormigón. Nada que ver con la diseñada por el sajón. En definitiva, un Rheingold bueno para ser escuchado pero repugnante para ser visto. A saber qué tendrá pensado este caballero para Walküre la temporada viniente. Me temo que otra tomadura de pelo más.
El ‘Oro del Rin’ con el director de escena Robert Carsen | Teatro Real 200 años 18/19
Queda claro que Carsen, como Bieito y otros, es para mí un lunático que ha hecho un pésimo trabajo. Sus ridiculeces son un montón. Quizá tenga problemas mentales como aquel regidor del conejo echando sangre y heces en un Parsifal de Bayreuth. Murió hace unos años y se supo que estaba a tratamiento por padecer alguna enfermedad mental.
El Rhin cloaca del comienzo demuestra que no tiene ni idea de la belleza que debe acompañar una música tan maravillosa. Hay ilustradores, P. Craig Russell p.e., que le dan 20 patadas a este marrullero con su mierda, sus butaneros, sus corbatas, soldados, etc. Para rematar la faena, Donner, el Thor mitológico del martillo y las tormentas, en lugar de martillo nos saca un palo de golf que produce hilaridad. Para colmo, es un copión. Eso ya lo hizo otro estúpido como él hace años en Santander. Los dioses a lo fino y deportivos. El martillo era un martillo, sí, pero de los juegos olímpicos. Una copiada: Kupfer y otros – como el último estafador de Bayreuth y su petróleo- ya sacaron el tema del ecologismo y del marxismo/fascismo, Mao incluido.
Curiosamente, los dos hermanos gigantes son los últimos de su especie, que está en peligro de extinción según Wagner, pero Carsen nos saca todo un ejército de ellos vestidos de butaneros. Quizá sea un caso de reproducción asistida o los dos gigantes sean hermafroditas.
Como dijo Bertrand Russell, en el mundo hay más estúpidos que personas inteligentes; por eso hay quien le aplaude y le contratan. Wagner ya dejó escrito cómo quería la música y la escena. Ningún Carsen estafador tiene derecho a manipular una obra que no es suya. Que se vaya con el caradura de Bieito y se dediquen a otra cosa. Una puesta puede ser moderna, pero digna. Basta con que respete el concepto del autor y tenga coherencia interna como sucede en el Anillo de la Fura de València. Lo de este señor es una mierda como la última puesta de Bayreuth con su petróleo y otros desvaríos para snobs que quieren aparentar lo listos que son. Una puesta que ya me gustaría ver a mí en directo es la segunda del Met, muy wagneriana a pesar de los tablones de madera que cumplen funciones varias.
Regí.
Os recomiendo esta crítica de Vanesa Rodríguez (eldiario.es)
Wagner, el ‘anticapi’: las cloacas del poder están bajo ‘El oro del Rin’
Las ondinas y el enano Alberich.
Con este profético SOS ecológico arranca El oro del Rin, primera parte de la megatetralogía de Richard Wagner (1813-1883) El anillo del Nibelungo que se verá en el Teatro Real de Madrid en cuatro temporadas sucesivas. El compositor alemán tardó un cuarto de siglo en acabar esta gigantesca y magistral partitura de casi 16 horas que narra en cuatro partes el camino hacia el apocalipsis.
En lo más alto de la pirámide de poder wagneriana se encuentra Wotan (Greer Grimsley), un dios dictatorial en obra y apariencia con una megalomanía que recuerda a la que Trump padece en nuestros días: vive obsesionado por construir una fortaleza cuyos muros le aíslen de las miserias que amenazan su dorado paraíso.
Para ello engaña a los gigantes, sus empleados. Falsot y Fafner (Ain Anger y Alexander Tsymbalyuk) son representantes aquí de una clase obrera lerda, explotada por su patrón, inconscientes de su grandeza para emplearla en otra cosa que no sea al servicio del dictador. Los gigantes acabarán corrompidos como el enano, pagando el precio de su simplista ambición por más y más oro.
La mujer, Freia (Sophie Bevan), se ve reducida a simple moneda de cambio para satisfacer los delirios de ellos. Y bajo el estrato social más bajo están los nibelungos, enanos oscuros que se arrastran en un inframundo de miseria. En una mina tenebrosa, viven como obreros esclavizados por su semejante Alberich: el anillo lo ha convertido en un patrón sin escrúpulos que busca enriquecerse explotando al máximo a los suyos y los recursos de la tierra.
A todos ellos los coloca Carsen en un montaje carente de grandes artificios, pero eficaz y lleno de simbología. Si bien Wagner imaginaría una puesta en escena titánica para la época, aquí grandes bloques de hormigón y grúas suplen al Valhalla. Un palo de golf sustituye al martillo mágico. Una maleta, al jardín de los frutos de la eternidad. Rampas que se abren al subsuelo sirven para escenificar los diferentes estratos sociales.
El proletariado levanta el castillo para los dioses © Javier del Real | Teatro Real
Escribía Bernard Shaw en uno de sus prólogos para El perfecto wagneriano que su forma favorita de “disfrutar de la representación de El anillo” era sentarse “al fondo de un palco cómodamente sobre dos sillas, con los pies en alto y escuchar sin mirar“. Queda entonces la música.
El granadino Pablo Heras-Casado dirige en el Real una colosal orquesta de 117 miembros para desarrollar “la obra de arte jamás concebida por el ser humano”, como calificó en la presentación de la ópera a la tetralogía de Wagner. Su objetivo al enfrentarse a esta “dificilísima” partitura era plasmar toda su “sonoridad, grandeza, colores, texturas y contrastes” con los que el compositor la concibió. Heras-Casado logra que la música fluya durante dos horas y media, plasmando esos contrastes y texturas, lo que le ha valido las ovaciones en el Real de un público consciente de lo arduo de su misión.
De la mano de gigantes, enanos, dioses y ninfas, El oro del Rin invita a reflexionar sobre las consecuencias de la ambición desmedida y nos sumerge en las cloacas de un poder podrido entre las élites y fratricida en los escalones inferiores que corrompe todo lo que toca, naturaleza incluida. La maldición del anillo es más contemporánea que nunca.
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Retroenllaç: Rheingold madrileño según Carsen (I). | EL CAVALLER DEL CIGNE ciutadà valencià de nació catalana //*//