Los supervivientes de la masacre lograron contactar con los obreros organizados y contaron lo sucedido. El cura también estaba allí. La pugna entre los partidarios de acciones pacíficas y legales y la de los que tenían claro que la violencia solo se combate con violencia quedó resuelta a favor de los segundos. Era necesario conseguir armas y practicar una suerte de guerrilla urbana. Gandhi no era un buen ejemplo como supuso el sector moderado de los obreros. Fue un racista y un pedófilo. Su lucha por la igualdad de derechos no incluía a los negros, a los que consideraba inferiores, sino a la de indios y blancos. No tenía relaciones sexuales con su esposa, pero se acostaba con niños y niñas. Tampoco logró la independencia de la India, sino los que lucharon contra los intereses británicos y derrotaron a su ejército militarmente como nos enseña la Historia.
Era preciso ir más lejos que una simple protesta. Había que derrocar al Jefe del Estado y su aparato represivo-militar. Era necesario establecer relaciones con el país vecino para conseguir armas y apoyo exterior. Se adiestrarían comandos que asaltaran bancos y otros que requisaran armas a las parejas de soldados cuando hicieran la ronda nocturna o en los cuartelillos cuando la guardia se quedara dormida. Mientras no se tuvieran armas se utilizarían otros objetos como cuchillos, martillos o cal viva. La estructura de la organización debía ser opaca de manera que no se conocieran los comandos activos entre sí para evitar males mayores en caso de caer en manos de los militares y sus torturadores.
Localizaron a los espías del Ejército y los interrogaron. Se cambiaría la fecha prevista para la acción de protesta por la brutalidad militar con los estudiantes. Sería tres días más tarde. No se iban a dejar apalear o matar impunemente. Ya tenían preparados pasamontañas o capuchas para ocultarse, tirachinas para lanzar objectos metálicos, cócteles Molotov, palos o barras de hierro a modo de porras y algo que sirviera de escudo como tapas de cubos de basura a ser posible metálicas. Se iban a enterar. Más de uno no lo olvidaría nunca.
Mientras tanto, llegaron noticias al Ministro de que iba a acudir a la fiesta prensa extranjera. No podían evitar su presencia porque la apariencia externa del Régimen era democrática. Por ello, prohibieron el uso de munición real y solo se utilizaría material antidisturbios convencional aunque incluyendo las pelotas de goma. Las autoridades no querían que se filmaran escenas como las que padecieron los estudiantes.
El objetivo era el Parlamento. Los soldados lo tenían totalmente rodeado con vallas y con efectivos militares que empezaron la cosa disparando balas de goma y botes de humo. Ahora tendrían su merecido. La primera línea de manifestantes retrocedió y aparecieron los manifestantes armados con cócteles Molotov. Llevaban botellas llenas de gasolina y una especie de mecha de tela. Las prendieron y las lanzaron sobre los soldados. Cada vez que prendía su uniforme, el soldado en cuestión trataba de quitárselo. Entonces intervenían los tirachinas de los obreros lanzando objetos metálicos que dejaban fuera de combate al milico. Y así, una y otra vez: fuego y acero sin cesar. Los obreros habían sabido auto organizarse. Los estudiantes fueron vengados. El pánico hizo batirse en retirada a los guardianes del orden. No era lo mismo agredir a jóvenes estudiantes indefensos en actitud de defensa pasiva que a obreros experimentados. Además, no podían usar munición real debido a la presencia de periodistas extranjeros.
En el Parlamento había sesión. Los obreros hubieran podido tomarlo pero no lo hicieron ya que hubiera sido una buena excusa para ser calificados como golpistas. Tan solo, un pequeño grupo entró en el edificio y llamó a los representantes de los partidos que teóricamente eran sus representantes para darles un escrito con sus demandas. Tras ello, se disolvió la manifestación guardando las necesarias medidas para no ser atacados. En esta ocasión hubo varios incidentes con la ultraderecha que acabó por largarse corriendo al recibir palos con barras de hierro de los proletarios como réplica a sus traicioneros ataques. Había sido todo un éxito.