Soñadores de opio.
¿Cómo puedo saber si estoy vivo o muerto? ¿Cómo saber si estoy despierto o soñando? ¿Qué es lo real o lo irreal? Si la vida fuera un sueño, sería una pesadilla de la que no podríamos despertar. Así que la vida es una pesadilla de la que no somos conscientes más que cuando estamos fuera de nosotros mismos: un orgasmo, una borrachera, un viaje entre el humo del opio… Hay músicas que pueden transportarte a otro mundo, un mundo de ensueño que no existe pero que es real para ti en ese momento. Si Dios ha muerto, cuándo vivíamos mejor antes o después de su muerte? ¿Pueden resucitar los dioses? Nadie ha vivido para contarlo.
Soñé que soñaba que estaba soñando.
Soñé que soñaba que estaba soñando,
pero no era cierto.
Lo que pasaba era que estaba muriendo
porque vivir es morir y yo estaba vivo.
Me desplomé sobre el duro y frío asfalto y entonces lo vi todo.
Vi como la gente pasaba indiferente ante un cadáver frío y solitario.
Vi millones de personas masturbarse mientras la ceniza tapaba sus cerebros.
Un enano con bigote les decía que eran hijos de los dioses,
que eran superiores y que pertenecían a la raza de los señores.
Se masturbaron y masturbaron hasta que de sus penes brotó la sangre de los muertos,
sangre impura e inmunda de seres inferiores destinados a ser humo.
Se asustaron cuando vieron llegar las ametralladoras de los hijos cuyas madres habían violado.
Juraron y perjuraron que no sabían nada, que nada vieron cuando los asesinos
vestidos de negro y adornados con calaveras de las SS se llevaban a sus vecinos
ante sus puercos morros de ratas acomodaticias.
Sus hijos tampoco vieron nada cuando los salvajes se llevaron culatazos
a sus maestros y compañeros, niños inocentes que creían en cuentos de hadas.
No, no, que yo no sabía nada. Tropecé con un cadáver mientras iba de copas,
pero yo soy inocente, no me fijé en el muerto y seguí andando.
Es que había tantos que no se podía ni andar.
¡Coño! Soy yo quien ha de denunciar y no ser el denunciando.
¿Qué cojones hacía tanto muerto maloliente que no me dejaba caminar tranquilo?
Entonces, yo – que estaba semiinconsciente en el asfalto –
sentí como que me animaba.
Lo vi todo,
vi tanto que no puedo superarlo.
¡Hostia puta! Vi a un soldado con su uniforme cogiendo de los pies a niños pequeños
para estamparles su linda cabecita contra la pared de una fábrica de armamento.
Así ahorraba munición para el frente.
¡Hijos de puta! ¡Hijos de treinta mil putas!
Entonces lo comprendí todo.
Miles de soldados cuyas madres habían sido violadas antes por esta carroña asesina
se convirtieron en los verdugos de sus madres muertas y se pusieron a violar.
Violaban todo ser vivo que se le pusiera enfrente. Querían vengarse.
Rezumaban alcohol y odio.
Violaron a las vivas y las muertas. Hubo quien profanó tumbas y violó a la muertas.
Incluso alguien llego a torturar, violar y asesinar de un culatazo
a su misma madre muerta a miles de kilómetros.
Y entonces aparecieron unos seres extraños,
vestidos de una manera extraña y diciendo cosas extrañas.
Yo estaba alucinando tras la bola de opio que me había tomado para poder soportarlo.
Eran papas, popes, obispos, ayatolas, sacerdotes, monjes budistas y demás ralea.
Miraban al cielo, levantaban los brazos y decía coses solemnes
ante la mirada atónita de los zombis que poco a poco iban muriendo sin remedio.
De repente sonaron truenos de tormenta. Apareció un triángulo con un ojo al centro.
El ojo estaba muerto de pena por haber visto lo que había visto,
pero la sagrada ira que mostraba daba pánico y aterrorizaba.
Entre las nubes de la tormenta el sagrado ojo habló,
entre las nubes de la tormenta el sagrado ojo lloró,
entre las nubes de la tormenta el sagrado ojo reventó como un misil nuclear.
“¡Yo os maldigo a todos, asesinos, hijos de la gran puta, embusteros, criminales!”
¡Maldito opio! Yo no sabía si era real que veía y escuchaba
o un sueño febril provocado por la droga.
Acababa de ver la muerte de Dios.
Acababa de oír su eterna maldición.
Dios había muerto delante de mi.
Menudo sueño.
Casi sufrí un colapso metafísico.
Si Dios no existe, si nunca ha existido,
¿Cómo cojones he visto su muerte?
La he visto y me he apenado.
Estaba furioso y triste
como un padre que en lugar de hijos ha tenido criminales.
¡Ay mi mente! ¡Qué martirio!
Mi razón quería darle a todo una explicación,
pero se quedó paralítica y muda
hasta que de llanto nubló mi mente.
¿El opio? ¿Quizá el opio?
A Dios lo matamos entre todos
Dios murió cuando los de aquella pira de cerdos
violaron hasta la muerte a una niña de nueve años.
¡Hijos de perra!
Dios murió cuando los soldados mataron a un viejo
y obligaron a su amigo a orinar sobre él.
El anciano llegó a sacar su pene, pero fue incapaz de orinar.
Le dieron un tiro en la nuca antes de defecar sobre los dos abuelos.
Reían mientras orinaban sobre los tirabuzones de sus barbas.
No sabían que en unas semanas alguien violaría a las madres que los parieron.
Cuando se enteraron se metieron la pistola en la boca y dispararon.
Su sucia sangre de criminares inhumanos ensució las paredes
y la moqueta del hotel donde se escondían como ratas.
Yo seguía yaciendo como cuando me desplomé sobre el duro y frío asfalto
y aún quería saberlo todo.
Era imposible.
Ni Dios pudo soportarlo y reventó como si fuera un cohete nuclear.
No, Regí, deja el opio, que vas a averiguar ESO que no quieres averiguar
porque ya lo sabes, aunque no sepas o no quieras saber que lo has sabido siempre.
Me importó un pimiento.
Opio, opio, más opio…
Y entonces lo vi todo.
Las ratas que se suicidaron en el hotel salvaron la piel
porque un señor de blanco, de esos que visten tan raro y miran al cielo como si quisieran saber si va a llover,
ese, sí, ese, y su ejército de cucarachas negras habían salvado a los violadores,
a los asesinos, a los que cagaron en los cadáveres y a quien pudiera pagar por ello.
AMÉN, dijo Costa Gravras y su película tuvo muchos problemas.
Sí, de momento estaban salvados, pero ¿hasta cuando?
Merecían morir e iban a hacerlo.
Alguien les hizo llegar las fotos de sus madres.
En ellas se veía todo, todo.
Se sintieron, con razón, culpables y no pudieron soportarlo.
Sin tiempo a ponerse sus trajes negros con sus SS y una calavera,
se dieron un tiro en sus culpables cabezas
con la rapidez del que se orina y no puede aguantarse.
Punto final.
Lo sé. Sé ESO. Lo sé todo y siempre lo he sabido.
A veces lo veo en sueños.
Lo veo todo, pero no quiero verlo. ¡Hostia, puta!
Quizá solo sea un sueño, ¿verdad, Bukowski?
Dame un trago, hombre, que estoy seco.
Necesito beber mucho para poder creer que tu sueño es real.
Nunca olvidaré esa imagen tan dolorosa como tiernamente humana.
El tipo, Charles, se busca una puta bien gorda,
de esas que con las piernas abiertas abarcan un mundo.
Lo intentó pero no pudo.
Ella se abrió de piernas y él trató de meterse por su coño
hasta llegar a la matriz adoptando una postura fetal.
Lloraba.
Algún imbécil en el cine se puso a reír.
Yo también lloré porque lo sé todo
y entonces ya lo sabía.
Cada uno de nosotros es Dios pero nadie puede hacer nada con su divinidad,
Estamos todos solos, solos y muertos… o deberíamos estarlo.
No gods. The strongest men doesn’t need gods. Sin dioses. Los hombres más fuertes no necesitan dioses.
¡Coño, Bukowski, Charles Bukowski ¿Dónde coño compraste este vino?
¿En los putos chinos? ¡Está avinagrado!
Ven a mi casa. Aún tengo para dos bolas de opio y un revólver con dos balas.
Lo que no sé, amigo, es si estoy despierto
o sigo soñando inerte sobre el frío y duro asfalto.
¿Y a quién cojones le importa?
Regí
Éssers inferiors destinats a ser fum.
Vaig veure com la gent passava indiferent davant un cadàver fred i solitari.
Vaig veure milions de persones masturbar-se mentre la cendra tapava els seus cervells.
Un nan amb bigoti els deia que eren fills dels déus,
que eren superiors i que pertanyien a la raça dels senyors.
Es masturbaren i masturbaren fins que dels seus penis va brollar la sang dels morts,
sang impura i immunda d’éssers inferiors destinats a ser fum.
Es van espantar quan van veure arribar les metralladores dels fills les mares dels quals havien violat.
Van jurar i perjurar que no sabien res, que res van veure quan els assassins
vestits de negre i adornats amb calaveres de les SS es portaven als seus veïns
davant els seus porcs morros de rates acomodatícies.
Els seus fills tampoc no van veure res quan els salvatges van emportar-se a cops de culates
els seus mestres i companys, xiquets innocents que creien en contes de fades.
No, no, que jo no sabia res. Vaig ensopegar amb un cadàver mentre anava de copes,
però jo sóc innocent, no em vaig fixar en el mort i vaig seguir caminant.
És que hi havia tant de cadàver que no es podia ni caminar.
Cony! Sóc jo qui ha de denunciar i no ser el denunciant.
Què collons hi feia tant de mort descompost que no em deixava caminar tranquil?
Hòstia puta! Vaig veure un soldat agafant dels peus a xiquets xicotets
per a estampar-los el cabet contra el mur d’una fàbrica d’armament.
Així estalviava munició per al front.
Fills de puta! Fills de trenta mil putes!
Llavors ho vaig comprendre tot.
Plens d’alcohol i odi
van violar les vives i les mortes.
Vaig descobrir que no sabia res quan un soldat violava
la seua mateixa mare morta a milers de quilòmetres.
Ningú no va comprendre res, ningú no va aprendre res. El que estava passant ara ja havia passat mil vegades. La història es repeteix quasi idèntica, solament canvien els cadàvers.
Regí