Homenaje a Ángel Mayo, wagneriano de pro. La obra de una vida. El Anillo del Nibelungo (III). Barbaridades escénicas.

mayo.jpg-Á. Mayo, añorado maestro en el mundo wagneriano y autor del presente trabajo.

 Seguimos a Ángel-Fernando Mayo y su excelente escrito sobre el Anillo. Considero que es su mejor trabajo sobre Wagner y su obra. Como en los casos anteriores transcribo los párrafos que me han parecido más interesantes sin perjuicio de remitir al lector al texto completo de 2003.

En esta entrega Mayo habla de los problemas con que se encuentra el mundo wagneriano: la falta de directores musicales seguidores de la tradición alemana como los míticos de decadas anteriores, la ausencia de cantantes que estén a la altura en las tres cuerdas fundamentales – soprano dramática, bajo-barítono y heldentenor – y acaba haciendo hincapie de las barbaridades que los actuales regidores hacen con la obra del sajón trivializándola y deformándola a tal extremo que se nos antoja mejor la versión concierto la grabación a la representación teatral, ya que la música no queda afectada como en el caso anterior. Se anuncia otro tema polémico cual es el del antisemitismo wagneriano, que dejamos para una entrega posterior.

anillo petroliRing del petróleo

 El Anillo ha sido objeto de creciente atención, y hoy, considerado en su totalidad, ha reemplazado en las preferencias de los wagnerianos a Tristán y a Maestros cantores, antes las obras favoritas de Wagner una vez que pasó, para el gran público, la época de Lohengrin.

Lo malo es que esta preferencia ha coincidido con tres problemas técnicos y otros tres culturales sumamente negativos. Los primeros son: la desaparición de los grandes directores de la tradición alemana, que habían mamado en la cuna el sentido trágico de la obra -Wagner, es, sin duda, como dice Joachim Kaiser, «el último trágico popular»– y sabían hacer aflorar este sentido más allá de lo que es la mera partitura; la grave crisis de voces wagnerianas en las tres cuerdas características: tenor heroico, barítono-bajo y soprano dramática, paliada con toda clase de subterfugios, productos de la propaganda y nombres veteranos procedentes de la ópera tradicional, que carecen de estilo, pero tienen a su favor la relativa belleza comparativa del canto y la masa de sus incondicionales; por último, la llamada tiranía de los directores de escena, con sus decoradores intercambiables y sus diseñadoras (el vestuario se está convirtiendo en asunto exclusivo de las damas), muchos de ellos procedentes del teatro o del cine y analfabetos musicales, otros con algunas nociones de música, pero todos agitados por la comezón de ser modernos, progresistas y originales -eso es lo que nos quieren hacer creer- a toda costa. ¿Qué es lo que ya se ha hecho? ¿Esto y esto? Pues yo voy a hacerlo distinto.

FESTIVAL DE OPERA RICHARD WAGNER-0ZVK5305.jpg-Ring del petróleo

 Y así, en el último Festival de Bayreuth, cuando después de la pésima producción de Alfred Kirchner (1994-1998) parecía que por fuerza había de remontarse siquiera un poco el vuelo, llega Jürgen Flimm, hombre que hoy manda mucho en la vida teatral alemana, y hace a Kirchner no bueno, porque esto es imposible, mas sí sólo el autor de un paso más hacia el abismo. Daré sólo algunos ejemplos de sus hallazgos: Wotan, quien en El oro del Rin tiene trazas de propietario de un caótico negocio de materiales de construcción, se ha convertido en La Walkyria en empresario mafioso con gran mesa de despacho sobre la que aparecen inevitablemente el ordenador y el fax; además, habla -¿quizá con Brünnhilde?- a través de su móvil y bebe agua de un balón de oficina como el que servía para retrotraer a la edad del pavo a Cary Grant y a Ginger Rogers en la estupenda comedia Me siento rejuvenecer, del gran Howard Hawks. Alberich se eleva a la condición de dueño de un laboratorio en el que se maneja material radioactivo de alto riesgo -¿para la bomba de plutonio?-, pero aparece permanentemente beodo.

Loge es el viajante de comercio de Wotan, parece que tiene hormiguillo y come tabletas de chocolate. Las walkyrias son las jefas de una tribu urbana “femenina” (es un decir); sus chicas bailan con ritmo monótono sobre el fondo del motivo musical de las walkyrias mientras de lateral a lateral desfilan soldados muertos: algunos de ellos llevan puesto aún el casco, por lo que varias de las mozas se los quitan y van dejándolos en un montón de armas. El indescriptible Siegfried, sucio mecánico, no parte el yunque con la espada, sino que vuelve a clavar ésta en el fresno -árbol seco- de la cabaña de Hunding (?) mientras Mime prepara la caja de botellas de cerveza que va a arrastrar por el presunto bosque, para refrescar al niño durante el viaje hasta la cueva de Fafuer. Y así ad líbitum y ad nauseam.

anillo  petroleoRing del petróleo

 Los problemas culturales rezan así: se nos dice que la “modernización” del elemento visual es necesaria para hacer comprensible al espectador actual el sentido auténtico de lo pretendido por Wagner, que éste no podía hacer explícito ante la sociedad, conservadora e hipócrita, de su época. El pretencioso aserto es denigratorio para Wagner, puesto que según esto mintió como artista, y su obra, pretendidamente ideal y libre de todo compromiso exterior, es en realidad un gran encubrimiento; menospreciador de los wagnerianos conocedores, ya que hay que deducir que llevan 135 años sin enterarse de que se juegan los cuartos con un tahúr que oculta el as en la manga; despreciativo, en fin, para la mayoría no interesada especialmente en Wagner, pues es considerada pueril, inculta o incluso necia, cuando precisa de tales anteojeras para seguir sin desviarse el camino “recto” determinado por el regista.

Lohengrin de pantalones cortosLohengrin de niños con pantalones cortos

 Mas no debemos ser injustos con estos zahoríes. Antes bien, Peter Konwitschny se ha hecho acreedor a nuestro agradecimiento al revelarnos, en Barcelona, que Lohengrín trata de seres inmaduros, de esos perversos polimorfos que son los niños (Freud dixit), en este caso entregados a sus maldades en el aula de una escuela pública; pero también debemos patentizar toda nuestra consideración a Keith Warner cuando, a su vez, su Lohengrín de Bayreuth, para resaltar que ésta es la ópera más triste y desesperanzada de Wagner, cosa al parecer no sabida hasta hoy, se desarrolla en un paisaje casi lunar, y digo “casi” porque hay en el centro de la escena un puerco charco como los que aquí y allá se ven en los bosques germánicos, por el que acaba ausentándose el infeliz caballero del cisne: que el rey Enrique el Pajarero sea en Barcelona un muchachote con pantalón corto y en Bayreuth un anciano decrépito, sólo puede ser incomprensible para gentes de bajo cociente mental; asimismo hemos de admirar, llenos de solidaridad con la causa gay, que Harry Kupfer nos haya ilustrado, en Madrid, sobre la homosexualidad inconfesada de todos los personajes de Tristán e Isolda a excepción de la protagonista -olvidemos al joven marinero, al pastor y al piloto, porque no disponen de tiempo para manifestar sus tendencias-, pues tal represión es la causa de la muerte de Tristán, de Kurwenal y de Melot y trae la ruína a Marke y a Brangane, mientras que a Isolda, ajena a la verdad, no le queda más remedio que asimismo expirar, però absolutamente sola; o, para concluir, tenemos que hacer la loa de Jürgen Flimm por haber verificado al fin que Wagner se adelantó tanto a su tiempo que ya había adivinado que el poder del incipiente siglo XXI sería ejercido mediante el teléfono móvil, Internet y la arroba @.

tann naziTannhäuser nazi

 Mas a mí no me salen las cuentas del Wagner presuntamente no explícito, porque, ¿acaso eran cosas baladíes -para la sociedad burguesa, hipócrita, conservadora, etcétera, etcétera, que presenció los estrenos y el ascenso imparable de este monstruo el adulterio de Tristán e Isolda, el incesto de Siegmund y Sieglinde previo engaño a Hunding, la pasión entre tía (Brünnhilde) y sobrino (Siegfiied) y nada menos que, se dice pronto, la propia aniquilación de esa sociedad por el fuego purificador, que devora al Walhall con lujurioso despliegue orquestal en la hora última del mundo de Occidente, esto es, el del hombre industrial transformador del medio?

La segunda de estas cuestiones que llamo culturales se relaciona con lo que acabo de exponer, pero afecta de lleno al Anillo: se afirma, incluso con buena intención, que la obra mamut tiene que ser reinterpretada cada diez años en función de las rápidos cambios que se producen en nuestra época. ¿Mas son en realidad tan rápidos tales cambios? ¿Y son en verdad tan sustanciales? ¿Puede atemperarse a ellos “la obra de una vida”, tan rigurosamente estructurada y desarrollada por el llamado “genio del siglo” (el XIX), abierta sin duda a la posibilidad de numerosas interpretaciones, pero con un núcleo invariable y -esto nunca debería ser olvidado- con un fundamento estético-teórico sin precedentes.

Levine_5-May-morris-behrens107Escenografía respetuosa con el Ring de Wagner

 La música de Wagner está consustancialmente a salvo de toda banalidad; por el contrario, la pretensión de que el Anillo ha de ser reinterpretado cada diez años ha convertido en triviales sus escenificaciones -después de Wieland Wagner no han incurrido en esta degradación sólo su hermano Wolfgang, Günther Rennert y Otto Schenk-, pues lo que se ofrece en ellas son lecturas marxistas de segunda mano, imitaciones del cómic o imágenes tomadas del violento cine de la actual cultura de masas. Las representaciones de Tristán pueden resultar aburridas de ordinario, y las de Parsifal, tediosas, mientras que las de las tres óperas románticas suelen ser esperpénticas. Las de Maestros cantores se defienden un poco mejor, siempre en general, gracias a la espectacularidad realista de la pelea nocturna y la escena festiva en la pradera. Pero las del Anillo parecen, ya desde la época de la producción de Patrice Chéreau (1976), que algunos continúan considerando genial y el comienzo de la verdadera modernidad de Wagner, ilustraciones de otras cosas, bien sea, por ejemplo, un horno crematorio, las visiones futuristas de Julio Verne, los dramas de lbsen, los de Tenessee Williams, muestras de la arquitectura ingenieril en boga, el mundo tenebrista de películas como Blade Runner, Batman o Dark City, o, ya en el peldaño inferior de la escalera, el interior de garitos donde se organizan timbas y corre la droga o incluso de clubes de alterne.

Entonces, la trivialidad se comunica inevitablemente al foso, y roto el entramado que forman los motivos conductores, desdibujadas las sutiles transiciones, desvinculada de la urdimbre del texto aliterado la rica armonía, la música no pasa de ser efectivamente la banda sonora, monstruosamente dilatada, de cuatro espesos filmes, donde unos cuantos temas son repetidos machaconamente como refuerzo de imágenes ora empalagosas, ora -las más de las veces- cargadas de violencia y brutalidad. Esto explica que el conjunto de las obras escénicas de Wagner haya pasado a atraemos más en las grabaciones y en las versiones concertantes, pues la música se conserva entonces siempre inteligente y asombrosamente nueva y excita de manera directa nuestra imaginación individual.

En cuanto a las grabaciones, diré sólo que algunas de ellas son la prueba fehaciente no de que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino de que el actual es, salvo contadas excepciones, rematadamente malo.

Queda todavía el referirse sin remilgos al tercero de los problemas culturales, hoy por hoy el más espinoso y purulento de todos: el antisemitismo de Wagner.

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Quant a rexval

M'agrada Wagner, l'òpera, la clàssica en general i els cantautors, sobretot Raimon i Llach. M'interessa la política, la història, la filosofia, la literatura, el cinema i l'educació. Crec que la cultura és un bé de primera necessitat que ha d'estar a l'abast de tothom.
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