“En l’obra de Wagner, el llibret està a la alçada de la música”, E. Pardo Bazán (1851-1921).
Va nàixer a La Corunya al si d’una família noble. És la introductora del naturalisme a Espanya. Va compartir amistat amb Vicente Blasco Ibáñez que, com ella, va conrear el naturalisme i també va ser fervorós wagnerià. També es cartejà amb un altre valencià admirador de Wagner. Teodoro Llorente. A diferència de Blasco, que era un contumaç anticlerical, ella va ser sempre catòlica, encara que acceptava el determinisme i el darwinisme.
El 1896 viatja a París i allí coneix a Émile Zola, pare del naturalisme. També per aquesta època quan va llegir als novel·listes russos que tant influirien en la seua obra. Però, a més d’escriptora també va tenir una activitat social i política important doncs va ser consellera d’Instrucció Pública i activista feminista. Des de 1916 fins a la seua mort va ser professora de Literatures romàniques a la Universitat de Madrid, càtedra que es va crear per a ella, encara que no tenia pràcticament alumnes a conseqüència del masclisme imperant.
Les seues obres mes importants estan ambientades en la Galícia rural: Los pazos de Ulloa (1886) i la seua continuació La madre naturaleza (1887). Història i natura, religiositat medieval i paganisme, violència i sensualitat, feudalisme i barbàrie, ciutat i camp, són els elements temàtics de les novel·les, on intervenen també factors econòmics, polítics i eclesiàstics. La segona novel·la és el relat d’una atracció incestuosa i perllonga alguns dels personatges de la seua novel·la anterior.
La cuestión palpitante (1882-1883) és una col·lecció d’articles en què tracta d’explicar la seua posició davant el naturalisme i va provocar un gran escàndol. Era una dona noble, catòlica i casada, i la societat puritana de l’època no entenia ni aprovava que defensés els plantejaments de Zola ja que encara que criticara les qüestions antireligioses d’aquest moviment, si admetia les bases ideològiques del determinisme social i darwinista. També va ser autora d’uns cinc-cents relats breus.
En el canvi de segle, Pardo Bazán visità València de la mà de Blasco i donà una conferència a l’Ateneu de la ciutat. Per aquells temps, Blasco escriu la seua obra més explícitament wagneriana Entre Naranjos.
Passem ara a llegir alguns comentaries que sobre Wagner o la seua obra va publicar Emilia Pardo bazán en Ilustració Artística, que han estat recopitat per Asociazón Wagneriana da Galiza:
“Algunos, es cierto, estuvimos todos en misa, y nos dejamos halagar deleitosamente el oído y la imaginación con el perfectísimo tercer acto de la segunda parte de la tetralogía; con la maravillosa cabalgada la divinamente suave y misteriosa encantación del fuego, páginas que ellas solas bastan para diputar a Wagner por incomparable artista” (Ilustración Artística (IA), nº893, p. 90, 06/02/1899).
“¿Es necesario concentrarse para sentir la hermosura del fuego encantado, el brío marcial y terrible de la gritería walkyriana, las frases de acero de Brunilda, la melodía delicadísima y sugestiva del canto a la primavera? ¿No bastan los nervios, la imaginación, el oído? Creo que sí. Hay mucho de leyenda en esto de que sea preciso estudiar metafísica o matemáticas sublimes antes de comprender a Wagner. La suma belleza artística siempre es directa, fulminante, fuerte y poderosa. Se impone. ¡Y sostener que Wagner adormece! Lo que hace es despabilar. Una audición sentida de La Walkyria consume mucho fluído nervioso”. (IA, idem).
“Y así y todo es de esperar que Wagner triunfará en el “regio coliseo” com ha triunfado ya en los conciertos. Llegará a oírse la tetralogía como se oyen Lohengrin y Tannhäuser, y acaso, acaso, un empresario valiente, andando el tiempo, se atreve con Parsifal. Para entonces ya estaremos archiregenerados, nos habrán vuelto del revés, y formaremos parte de Europa. Parsifal será para nosotros un símbolo. Ya se sabe que Parsifal es el destinado a rescatar los pecados y los yerros de Amfortas, el que disipa las sombras y la tinieblas del mal, el que restaña la sangre de la eterna herida”. (IA, idem).
“…y sin embargo, la gran belleza wagneriana dejará residuos y memorias en el oído, en la fantasía, en el sistema nervioso de un pueblo menos ineducable que mal educado, artísticamente hablado; y poco a poco, se familiarizará con lo personajes de la leyenda renana, como se ha familiarizado con el Caballero del Cisne y la maga Ortruda”. (IA, nº897, p. 154, 06/03/1899).
“Traer a Madrid la obra titánica de Wagner, no se figurarán muchos que tiene que ver gran cosa con esa regeneración de que tanto nos hablan; pues desengáñense; la belleza es un regenerador poderoso. Algunos profesamos como dogma que todo lo bello es necesariamente bueno. Y los pueblos en que se ha cultivado la sacrosanta belleza, no han sido por cierto ni los menos heroicos ni los de menos gloriosos destinos (…). El arte es más necesario que el pan; el pan solo, seco, desabrido, ni gusta ni aprovecha. Venga esa gran corriente de poesía del Norte a inundar nuestras almas agostadas por la desconfianza y el dolor”. IA, nº 897, p. 154, 06/03/1899.
“Apenas estrenada La Walkyria ya se toman confianzas con ella. No hablemos del ridículo modo de vestir de la tiple, que sale de Sieglinda con corsé muy entallado y tacones Luis XV; pero el rayo de Wotan, que tronza la espada de Segismundo, ha sido suprimido por completo desde el primer día, y el descuido y negligencia son tales, que en la famosa cabalgada de la Walkyrias se ve cruzar las nubes a una guerrera con manto verde, y a los tres segundos, habiéndose mudado sin duda, aparece en escena con manto rojo”. (IA, nº 899, p. 186, 20/03/1899).
“¡El cuadro del Greco! –Como la música de Wagner, que a cada audición despierta y hiere nuevas fibras en nosotros, a cada visita, de año en año, me remueve más intensamente la sensibilidad, no sé si diga artística, porque ese cuadro pertenece a la esfera del super-arte y toca en lo sublime lo místico-. Es un cuadro de almas”. (IA, nº 927, p. 634, 02/10/1899).
“El año pasado se cantó en el Real La Walkyria en español, y recuerdo que, a pesar de la sublimidad de la partitura, el público sentía ganas de reír cuando alguna frase, por ejemplo esa de “Prepara el hidromiel” se destacaba sobre la música y resonaba secamente (…) Y los que escriban óperas, que escarmienten; que mediten bien el libreto. A veces, como decían nuestros padres, más cuesta el salmorejo que el conejo. Es lástima que el elemento musical se elabore con primor, con estudio y detenimiento, y el literario aparezca relegado, no a segunda, a décimoctava fila”. IA, nº 944, p. 74, 29/01/1900.
“Es posible que, según la teoría de Wagner, mi oído necesite, para penetrarse de la belleza de la música, el auxilio de la vista”. (IA, nº 1.293, p. 650, 08/10/1906).
“...lo que Ibsen y Wagner significan, damos a sospechar que pretendemos situarnos más arriba que el público, en regiones inaccesibles; en suma, que nos encumbramos desdeñando el vulgo. Y yo declaro que ni Ibsen ni Wagner me han parecido obscuros jamás, antes al contrario, expresivos y emocionantes en grado sumo”. (IA, nº 1.305, p. 2, 01/01/1907).
“A mí no me encanta toda la música que oigo, con lo cual, creo demostrar buen gusto, porque muchas de las piezas de concierto que escucha el público atentamente, son frías, lánguidas, poco o nada inspiradas, y se parecen a las poesías académicas en las cuales no es fácil señalar defectos, y sin embargo no llegan al alma ni causan emoción alguna (…). Es posible que, según la teoría de Wagner, mi oído necesite, para penetrarse de la belleza de la música, el auxilio de mi vista (…). En el templo todo os sugiere el misterioso estado de ánimo a que la música responde fielmente. Las altas columnas, el murmullo tenue de la muchedumbre que se agolpa en la nave, la semiobscuridad, el olor casi disipado del incienso, el parpadeo de los cirios en el altar de oro, sombrío, de antiguas coloraciones…constituyen una decoración del gusto de Wagner (el artista que mejor ha comprendido la estrecha, íntima relación de la mise en scene teatral y la mise en scene religiosa (…) Y así, un Stabat escuchado en la catedral de Sevilla será uno de los recuerdos artísticos más sinceros que me quedan”. (IA, nº 1.293, p. 650, 08/10/1906).
“…he leído con emoción pasajes altamente poéticos de los Vedas y del Korán. Tampoco es menester ser luterano para sentir hasta impresión religiosa con un salmo de Lutero, y en Hugonotes hemos saboreado y aplaudido estos salmos. Lo cual declaro para que no se crea que la novela de Tolstoy va envuelta en el juicio poco halagüeño que formo de la ópera. Además, la novela, tan hermosa como reconocemos que es, no sirve para libreto de ópera, ¡qué ha de servir!
Los libretos de ópera necesitan ser dramáticos, antes que psicológicos. Hondas psicologías y extrañas formas de pensamiento religioso y humanitario, nunca darán un libreto de ópera que interese y que inspire. Y no son excepción de esta regla los magníficos libretos de Wagner. Llenos de simbolismo y de sentido tradicional, hay en ellos siempre mucho drama, mucho amor, mucha vida, mucha muerte, y ese elemento fantástico y sobrenatural, que tanto se presta a los esplendores del escenario”. (IA, nº 1.568, p. 46, 15/01/1912).
“En Parsifal hay que considerar dos cosas: el poema y la partitura. Como siempre sucede en la obra de Wagner, el libreto está a la altura de la música. Para escribir estos libretos admirables, Wagner no ha empleado más que un procedimiento: no inventar; limitarse a aprovechar la tradición y la leyenda, desentrañando, con la poesía y la música, su oculto simbolismo. Para Wagner, como para Baudelaire, el mundo es una selva de símbolos, y voces misteriosas los murmuran, saliendo de los árboles centenarios de esa selva.
Recordad las obras del maestro. El barco fantasma es una conseja de hilanderas aldeanas, con la cual entretienen la velada, al amor de la lumbre. Tannhäuser, es una superstición popular, cuyo origen se remonta a los tiempos en que las tribus bárbaras recibieron el cristianismo: un templo dedicado a Venus, y convertido como muchos otros en santuario cristiano, lo cree el vulgo sencillo habitado por el antiguo ídolo, encarnado en el demonio de la sensualidad, Venus, que encanta en su cueva a uno de los minnesinger del certamen de la Wartburga. Las leyendas y los viejos poemas del Caballero del Cisne, dieron origen a Lohengrin. Otras fábulas del ciclo bretón crearon a Tristán e Iseo. La mitología germánica, los primitivos cultos tribales, confusos y grandiosos, los muertos dioses de las espesas selvas y montañas, Wotan, Freya, Thor, los Nibelungos, el período de los héroes, las Valkirias, fueron la tela sobre la cual está bordada la tetralogía. Y por último, en Parsifal, hizo Wagner algo más sencillo: tomó como fuente de inspiración los dogmas y los ritos de la Iglesia Católica: la Redención por la Sangre, la Eucaristía. Parsifal es una Misa; no cabe idea más humana ni más genial. (…) Nadie es más entusiasta del maestro que yo (…).
¡Ah, si Parsifal y sus nobles hermanas, las otras bellas creaciones de Wagner, pusiesen redimirnos del “Tápame, tápame…” y de la creciente manía taurómaca; o al menos redujesen estas plagas a sus justos límites, y al puesto secundario que debieran ocupar en la vida nacional! ¡Si la vacuna alemana contra la viruela de grosería y ferocidad nos librase del contagio!”. (IA, nº 1673, p. 62, 19/01/1914.
“Además de compositor es poeta Wagner. Casi es más grande como poeta, y si sus libretos los escribe otro, no tendrían esa profunda compenetración con la música. Pueden definirse así las óperas de Wagner: un todo, indivisible, de música y poesía.
A la larga, el poema decide la suerte de la música (…)
Pero no conozco asuntos ni libretos comparables a los de Wagner. Publicados sin música, como poemas, hubiesen logrado, para su autor, un lugar eminentísimo entre los vates alemanes. Hay dos cosas dignas de notarse en los poemas de Wagner: una, el carácter tradicional; otra, el modernísimo sentimiento. Uniendo el pasado al presente con lazos de oro, Wagner ha logrado quitar la evocación del ayer esa frialdad arqueológica, ese gris de telaraña, que la apartan de nosotros, y la aíslan de la vida actual. No hay gente más moderna y contemporánea, en cierto respecto, que Tristán, Iseo, el caballero Tannhäuser y el héroe Sigfrido (…).
Los problemas de nuestra conciencia están simbolizados en la infernal tradición del Venusberg, con la diablesa que pierde a los hombres, en el certamen de la Wortburga, en la figura célica de Santa Isabel, y surge de esta evocación el poema del pecado y del arrepentimiento, el milagro y el perdón. Lohengrin, cuya idea es el misterio, representa la caballería, fruto de las cruzadas y del catolicismo. Elsa es una figura angélica, digna de un vitral.
Y si en la tetralogía, tan profundamente mística, tan germana y a la vez tan primitiva, tan enlazada con los orígenes de las razas y de los pueblos, no asoma sino como consecuencia del ocaso de los dioses la suposición del advenimiento del cristianismo, en Parsifal son el cristianismo y el catolicismo los que culminan, sobre todo el catolicismo, con sus dogma formidable y soberano de la Eucaristía, abismo de la gracia, en que la mente se confunde, y el corazón se eleva y magnifica.
¿Qué es Parsifal? Una misa; un holocausto. Es el triunfo del dogma de amor sobre el infierno, sobre el pecado, sobre las pasiones. Con acierto singular (…), con intuición de artista, Wagner ha presentado contra la redención por la sangre divina contenida en el Grial, los ardides del mago Klingsor. Porque, en efecto, la mayor parte de las viejas religiones no eran más que ritos mágicos (…) Y sobre este tema, escribió Wagner la música más estremecedora de belleza: esa página que transporta a todos los públicos y que se llama la Consagración del Grial (…)
Hoy, el público madrileño empieza a ser uno de los más adictos a Wagner. Algunos señoritos siguen encontrando que todo aquello es “una lata”; pero ya sienten rubor en decirlo alto. Lo murmuran tímidamente, entre dientes, un tanto abochornados de su opinión”. (IA, nº 1.721, p. 830, 21/12/1914).
Crida l’atenció que EPB relacioni la cerimònia del Graal amb l’Eucaristia, ja no cristiana sinó catòlica. Sembla com si el protestant Wagner fes una concessió al dogma teològic de la transubstanciació de la sang. No em sorprèn en el wagnerià català Miquel Domènec Espanyol que considerava Parsifal coma a “obra directament inspirada per l’Esperit Sant”, però una mica sí en la genial narradora gallega.
És normal. Moltes voltes vegem el que volem veure i ens quedem tan tranquils. Plácido Domingo és catòlic i considera que “Parsifal” és una obra no recorde si cristiana o catòlica. En el cas del català va dir que era “L’apoteosi del catolicisme”, cosa que no va compartir Pedrell, wagnerià i de Tortosa. Les aparences poden enganyar. Alguns catòlics es van sentir ofesos perquè Wagner portà l’Eucaristia al teatre.
Realment no és una missa catòlica ni protestant el que es veu, sino una contra-Eucaristia. M’explique, la sang i el cos de Crist es converteixen en pa i vi, i no a l’inrevés, que és l’establert pel catolicisme. Seria una Eucaristia herètica en tot cas. Tampoc està clar que Parsifal siga una obra “cristiana”. Té elements budistes i esotèrics, com ara la reencarnació de Kundry o la màgia negra de Klingsor. Segons Brian Magee, pensar que és cristiana perquè hi apareixen elements cristians és tan absurd com pensar que l’Anell és paganisme germànic perquè hi apareixen déus de la mitologia germànica.
Com sempre, Wagner aprofita els símbols o les idees filosòfiques per expressar la seua intuïció poètica. Per aquella època, escriu sobre cristianisme, però també sobre budisme. Hi ha qui diu que estava en contacte amb la Teosofia, que seria com la reunió de totes les religions sense ser-ne cap.
El que és clar és que es tracta d’una obra complexa que admet moltes interpretacions. Jo no tinc clar ni que Wagner se sentira cristià en aquella època, encara que ja no era l’anticlerical anterior i elogiara el cristianisme, però també el budisme i déus grecs com Apol.lo. També hi ha qui diu que “Parsifal” no és una obra religiosa, sinó sobre la religió i que la influència de Feuerbach pot constatar-se en ella.
La commisseració i pietat per la mort del cigne no és cristiana, sinó budista. El cristianisme no predic el bon tracte dels animals, sinó que els posa al servei de l’home. El cas de Francesco d’Asís és una excepció.
Wagner deixà ben clar que Parsifal no és Crist, encara que en alguna escenografia antiga ho semble per l’apariència. Sí que digué que el Grial és el calze que porta la sang de Crist. Es tracta d’una tradició cristiana que ell arreplega, però no hem d’oblidar que en origen, el Grial és un mite celta.
Una obra fascinant on el concepte romàntic – i no sols wagnerià – de l’art com a religió es materialitza.